viernes, 11 de mayo de 2012

DON BOSCO EN LAS CÁRCELES: ADULTOS, NIÑOS Y PIOJOS



Don Bosco no se dedicó plenamente al ministerio una vez
ordenado sacerdote. Los primeros dos años los pasó
mezclando el estudio y el conocimiento de la realidad de
los y las jóvenes de Turín.







• ¿Qué situaciones de la realidad de los jóvenes más pobres te “hacen espantar” en la actualidad?
• ¿Qué le pides al Señor y cómo lo concretas a partir de lo que ves?


El formador que lo guió, Don Cafasso, para que nuestro
santo entendiera hasta el fondo la realidad de los jóvenes,
lo invitó a acompañarlo a las prisiones. Desde su primera
visita nunca dejó de acudir a ellas para hacerse amigo de
los jóvenes y, posteriormente, para invitarlos al Oratorio
una vez obtenida la libertad.
Antes de su primera visita a la cárcel, Don Bosco, conoce a
los chiquillos de Turín que luchan por vivir: jóvenes
albañiles, obreros y aprendices, niños que limpiaban las
chimeneas y muchos chiquillos que buscan trabajo. No
conoce todavía a aquellos que fracasaron terminando en
la cárcel que hasta 1845 mezcla a adultos y jóvenes.
Al entrar en las cárceles Don Bosco se conmueve por la
oscuridad de los pasillos, la humedad de las paredes y,
sobre todo, por el aspecto triste y escuálido de los
detenidos, amontonados en barracones. Experimenta
repugnancia y ahogo. Así escribe en sus memorias, “hay
un gran número de jovencitos de 12 a 18 años, todos
sanos, robustos, de inteligencia despierta. Verles allí
inactivos, comidos por los insectos, faltos de pan espiritual
y material, fue algo que me hizo espantar”.


Vuelve a las cárceles para aprovechar la oportunidad del
catecismo vigilado por un guardia pero, sobre todo, para
establecer contactos personales, de tú a tú, cosa que no le
resulta fácil por la historia de traición que muchos de ellos
han sufrido. Sin embargo, los jóvenes poco a poco se
muestran menos desconfiados y le abren su corazón de
amigo a amigo.
Al conocer sus historias de rabia, hambre y explotación
(muchos de ellos eran enviados a robar por adultos que se
apropian de lo robado), la suciedad y los piojos que a él
mismo le acompañan llega a la siguiente conclusión:
“Estos chiquillos deberían encontrar fuera un amigo que
los cuide, los asista, los instruya y los lleve a la Iglesia en
los días de fiesta. Entonces quizás no volverían a caer”.
Su conclusión la hace oración, la comparte con Don
Cafasso, su formador, y le pide al Señor que le indique
cómo hacer para llevarla a la práctica porque sabía que,
sin Dios, los esfuerzos no fructifican.




• ¿Qué situaciones de la realidad de los jóvenes más pobres te “hacen
espantar” en la actualidad?
• ¿Qué le pides al Señor y cómo lo concretas a partir de lo que ves?


1 comentario:

  1. Valeria Burgos O.5 de junio de 2012, 19:13

    Nunca ha dejado de llamarme la atención la preocupación de Don Bosco por los jóvenes de las cárceles, considerando el rechazo que provocaban los jóvenes marginados y sobre todo los delincuentes en los sacerdotes de la época.
    A Don Bosco en primera instancia se le ofreció un lugar confortable y con buenos ingresos para ejercer su sacerdocio y aún así opta por aquellos jóvenes desvalidos, huérfanos, desconfiados y abandonados.
    En la película de Don Bosco se muestra claramente esa realidad, y todo lo que luchó Don Bosco por una oportunidad para visitar a aquellos jóvenes.
    Don Bosco confiaba en esos jóvenes, a pesar de que la sociedad no les diera oportunidades. Los jóvenes también percibían eso.
    "No basta amar, sino que los jóvenes se sientan amados" y este mensaje Don Bosco no solo lo predicó, lo vivió en el día a día. Es por eso mismo que los jóvenes fueron capaces de depositar su confianza en Don Bosco, porque él les dio el amor y la comprensión que necesitaban, vio en ellos a Cristo, vio el miedo que tenían, vio su angustia y abandono, pero no se quedó ahí, les tendió una mano, les entregó a María Auxiliadora y se convirtió en un padre para ellos.
    Puede parecernos muy lejano el contexto en el que se desenvolvió Don Bosco, tanto la época en la que vivió como el lugar, sin embargo es mucho más cercano a nosotros de lo que podría parecernos.
    Los jóvenes de hoy, al igual que los jóvenes de Don Bosco tienen mucho miedo, en todas las ciudades de nuestro país nos toca ver jóvenes abandonados, pero incluso aquellos jóvenes que tienen hogar y recursos poseen una pobreza mayor, una pobreza espiritual que es mucho más profunda que la pobreza material.
    Al igual que Don Bosco debemos mostrarle a esos jóvenes el amor de María Auxiliadora, mostrarles a Dios y darles una esperanza. A veces pensamos que no podemos hacer nada por ellos, que somos ínfimos al lado de Don Bosco o de Jesucristo o que no tenemos los recursos necesarios para ayudar, pero es sólo tener las ganas de cambiar la realidad de dichos jóvenes y tener fe en los milagros, así como Don José Cafasso y San Juan Bosco.
    Porque hay mucha pobreza, pero más que eso espanta la desolación y desesperanza de la juventud, su desconfianza en todo, incluso en Dios.
    Y si tuviese que pedir algo, sería que los jóvenes abrieran su corazón y que Dios me diera las herramientas necesarias para llevarles a Cristo. Es preocupante ver la violencia de la juventud, la negatividad, el escepticismo actual. A mi me ha tocado verlo de cerca en compañeros, jóvenes de mi edad, pero trato de ver a Cristo en cada uno de ellos y rescatar todo lo positivo que tiene, a menudo solo tienen miedo y mucha desconfianza. Nosotros como católicos no podemos hacernos los desentendidos en este tema y aportar con nuestro granito de arena, mostrarles al Padre y llevarles la luz y el amor de Cristo.

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